
La legendaria isla de las especias, la del mercado de esclavos, la de los masái. Hija de Tanzania, se mece indolente en el océano índico. Su arena es tan blanca que deslumbra, su mar es de mil colores, las nubes lo colorean por minutos, su horizonte no tiene límites, es el infinito. Baobab gigantes en mitad de bosques llenos de vida. Con mareas inmensas que visten o desvisten arrecifes vacíos de peces, llenos de algas multicolor y de múltiples especies de estrellas. Rondando a los turistas “las garrapatas”, como ellos mismos les llaman. Dispuestos a venderte lo que quieras, a engañarte. Racistas por ignorantes, nos consideran “carroña”. Merodean los hoteles en busca de los que rechazan los guías oficiales y buscan lo autentico. Y también, los señores masái, exóticos, elegantes, orgullosos de su estirpe. Ellos no viven la miseria, continúan su ancestral existencia y nos dejan extasiados...