miércoles, 10 de marzo de 2010

WHAT THE BLEEP DO WE KNOW!?

¿QUÉ RAYOS SABEMOS?
La filosofía siempre ha insistido en “despertarnos”. Estamos en la caverna, prisioneros de la enculturación, los errores de los sentidos o las falacias de la razón, alienados. O, en términos más contemporáneos, atrapados por una red irracional de paradigmas generados por los medios de comunicación.
Receta: la información tiene las llaves de nuestras cadenas.
La lógica, la no contradicción, es un instrumento interesante que ha demostrado de sobra su utilidad. El desarrollo científico del siglo XX ha estado caracterizado por la refutación constante de los principios del logos. A lo largo de la historia de la epistemología sólo las matemáticas, salvo raras excepciones, han poseído certeza. Bertrand Russell y Alfred North Whitehead en “Principia Mathematica. 1913” demuestran la inconsistencia de las matemáticas, dejando toda ciencia en mera hipótesis. Por su parte, la experiencia desvela el terreno atómico. El sueño de la teoría unificada de Einstein se desmorona y, en su lugar, crecen los apoyos a la Teoría del Caos, los Agujeros Negros, el Principio de Indeterminación de Heisenberg y la Física Cuántica.

“La física cuántica establece que las partículas elementales, constituyentes del átomo, no son elementos esencialmente reales dada su imprecisión existencial. Se pueden comportar como partículas en un momento dado y como ondas en el siguiente o en el anterior. Existen en un espacio y un tiempo que no reconoce el presente, saltan del pasado al futuro, y a la inversa. El presente material sólo es reconocido como una necesidad y una arbitrariedad de la observación humana. No obstante, contradictoriamente, las partículas elementales y las ondas exigen su derecho de ser el fundamento de la materia…
El observador se convierte en el espejo de la realidad, que su conciencia debe conocer y asume la dualidad: onda-partícula, cuerpo-conciencia, mente-realidad, aspectos no lógicos pero todos ellos integrados en la existencia. Desde la física cuántica se puede afirmar que la realidad no es más que un holograma constituido por partículas elementales ordenadas en nuestro cerebro.”