
Cuanto está preparado para el oráculo, dos muchachos de trece años conducen al iniciado al río y allí lo bañan y lo ungen. Luego, bebe el agua del Lete que le ayudará a olvidar su pasado. Lo visten con una túnica de lino y unas gruesas botas. Lo envuelven en vendas, a modo de mortaja. Lo conducen a la cueva que parece un enorme horno de hacer pan, de ocho yardas de profundidad. Lo bajan por una escalera, y lo introducen por las piernas en una estrecha apertura al fondo. En cada mano le ponen una torta de cebada mezclada con miel. De repente algo le tira de los tobillos y es arrastrado como por el remolino de un río y en la oscuridad recibe un golpe en la cabeza de tal forma que parece que va a morir, pero entonces un orador invisible le revela el futuro y muchos otros secretos misteriosos. En cuanto la voz ha acabado de hablar, pierde el conocimiento y la comprensión. Le dan de beber el agua de la memoria y lo sientan en la Silla de la Memoria y debe contar lo que ha visto y oído. Por último, aun aturdido, lo llevan a la casa del Genio Bueno donde se recupera y vuelve a reír. El ritual ha terminado