¿Quién sabe algo?. ¿Qué canto revela el quid de la cuestión?. ¿Cómo un mesiánico mensaje nos puede conducir a la salida de la cueva?. Ahora recuerdo: el tiempo no existe, todo es un juego. Hay que aprender a jugar. La inocencia infantil es la máxima del sabio. ¡Que paradoja más coherente!. La razón también es un juego de azar.

Ahora se emociona con los olores, ora con las caricias, los sabores o el pensamiento. Semejante a los sueños que cabalgan numínicos por universos paralelos. Próxima a las intuiciones empeñadas en verificarse de puro fantásticas. Análoga a los deseos y proyectos que flotan en la ruleta de lo posible. Tan cercana al genio de las musas o al talento de los artistas. Parecida a la tijera de un buen sastre, preñada de excelentes patrones. Anillada por la necesidad de trascendencia. Bivalenciada por nuestras cortas realidades. Si excluyente por menguada; si inclusiva por filantrópica. Se mece valiente la mente gozosa.