miércoles, 24 de febrero de 2010

Maestra Bonifacia López de Cardenas

SECRETOS...
Para gobernar, Balkis debe prometer que morirá virgen. Pasan los años y se convierte en una gran reina, la reina de Saba. Ha cumplido su promesa, pero en secreto sueña con el amor y ansía el deleite que nunca tendrá. A su corte llegan noticias de un gran sabio, el rey Salomón. La reina ve una luz de esperanza y viaja a conocerlo. Mensajeros la preceden con maravillosos y riquísimos tesoros en honor del soberano. En Jerusalén se hacen los preparativos de un real recibimiento. El templo está bastante avanzado, Salomón encargó a Hiram Abiff que realizase el diseño de todas las obras. Éste instaló el taller de fundición en una explanada no lejos del Jordán con un contingente de 78000 hombres que cubrían las más diversas especialidades. Su padre, el rey David, había concebido la obra para guardar el Arca, pero Dios no le dejó verla por haber manchado sus manos de sangre. Su hijo, Salomón, no escatima nada, quiere terminarlo, y el Tabernáculo va viento en popa.
La reina Balkis es querida por sus súbditos, ha creado una ciudad-estado justa, floreciente y prospera. Aunque lleva muchos años en el trono, es una mujer joven y hermosa. Avasallada por la exagerada parafernalia del recibimiento, seis horas de ceremonia, se duerme con el sol. Al alba un extraño sonido llama su atención, se viste con las ropas de su criada y se escabulle con un caballo a explorar la causa del extraño ruido. Sólo tiene que seguirlo y asombrarse ante la magnitud de obreros y la excelencia de la obra.
Regresa rápida a sus responsabilidades pues debe desayunar con el rey. Salomón y su corte son esplendidas. Tras el almuerzo, el monarca le muestra las dependencias del palacio; así como uno de sus famosos “juicios”. Por fin, al mediodía hay una comida de seis personas, y puede Balkis hablar con el “sabio”. Salomón cuenta con varias mujeres y concubinas, como es costumbre; lo que no le impide, tomar otra esposa, y muestra un descarado interés por la reina Balkis. Ésta elude los evidentes cortejos, desviándolos hasta temas políticos. Él contesta inteligentemente a todas las cuestiones con discursos más o menos extensos pero siempre certeros, y rematados, por supuesto, con un edulcorado galanteo. La reina olvida la cuestión que le llevó a Jerusalén. El protocolo debe continuar, la visita aún no ha terminado. Pero Balkis ya no ve en Salomón un sabio. Estas circunstancias le provocan una cierta animadversión inconsciente al palacio. Por lo que prefiere cabalgar vestida de sirvienta. El paseo siempre termina en las proximidades del templo. Escondida, observa uno u otro quehacer, ve los oficios, las relaciones de la gente corriente y cree conocer más el país. Allí conoció a Hiram Abiff.
Pronto, el vientre de Balkis empezó a abultarse. La reina preparó el regreso a su tierra. Pero una corte no se mueve rápido. Las gentes comentaban. El rumor llegó a Salomón, él la había deseado. ¿A quién había preferido ella?. El insomnio y los celos lo llevaron al trance, y loco, mando detener al arquitecto. Los obreros eran como una familia y sólo ellos conocían los miles de pasadizos diseñados para posibles evacuaciones. Antes que los soldados, llegó la orden de detención. Los hombres se apiñaron junto a Hiram y le dijeron: “Las tropas del rey no llegan ni a 40000. Los doblamos en número”. Pero el arquitecto contestó: “No he engendrado una guerra sino a un hijo. Huyamos por los pasadizos. No hemos nacido para derramar sangre. Hemos nacido para crear, somos artesanos”. Allí comenzó la antigua masonería, en el oscuro hermetismo de los subterráneos.
Dicen que Balkis y Hiram se volvieron a ver. El arquitecto crió a su hijo Menelik, y en su mocedad le enseño el legado de la hermandad.
Por entonces, el reino de Saba ocupaba Yemen y la actual Etiopia, fue gobernado por grandes reinas que debían permanecer vírgenes.
Por su parte Salomón "tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas." (1 Reyes 11:3). ¿Conoces al hijo de la viuda?...