
El eterno retorno aparece en la conciencia haciendo visible el poderío de la naturaleza, y nuestra insignificancia. La racionalidad y sus conquistas, el arte y sus desvelamientos. ¿Qué son frente a la inmensidad del cosmos?. Menos que nada. Tal vez, si miráramos desde la nave de C. Sagan, en las profundidades del océano cósmico. Todo carecería de importancia y nos inundaría esencialmente el universo. O tal vez, no todo es “visible” para todos. ¿Qué es “eso” que llamamos sensibilidad?. Hay diferencias, pero ¿tan notables como para que uno sea ecologista y otro especulador de suelo?. Dónde este el clic que explica esta diversidad, la causa de tanta irracionalidad. No estoy tratando nada moral. No me interesa la taxonomía. Quiero observar como el científico al ratón. ¿Qué hace que un humano se funda y disfrute la naturaleza y otro no?. El hábito juega su papel. Durante milenios la naturaleza ha sido un imprevisible enemigo que había que dominar. Ahora sabemos que no es domesticable. Que no hay dioses a los que sacrificar o rezar. Alguno habrá visto su perdición en Haití por la TV. Todos hemos visto geniales epopeyas bélicas por la defensa de cualquier noble “valor”. Pero sabemos, que lo que nos han contado de esas guerras ha estado manipulado conscientemente para servir a intereses privados. Es evidente que la guerra es un negocio, el más grande. Es Matrix real, es la teoría de la conspiración. Estamos en manos de enormes empresas contra las que nada se puede. La política es una farsa, porque también los políticos son esbirros de tan descomunales leviatanes. Nos roban el tiempo, la naturaleza, la poesía, la esperanza, la fraternidad y todo lo bueno que la humanidad llegó a soñar.