El ser dividido es precisamente la multitud. La idea de unidad es posterior a la de multitud. Lo múltiple, pues, sigue al uno. Unidad y multitud son simultáneamente primeras, y se condicionan y se definen recíprocamente. Sólo partiendo de los compuestos conocemos lo simple, del cual negamos toda composición. Del mismo modo, sólo a través de lo múltiple conocemos lo uno cuando negamos en él toda división y toda divisibilidad. Lo uno entra en la definición de lo múltiple. Lo uno prescinde de lo múltiple, mientras que lo múltiple no prescinde de lo uno. Así la multitud no se concibe sin la unidad y la división, la unidad tampoco se entiende sin la negación de la división
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