
El desarrollo psicológico moderno nos conduce a una mejor comprensión de aquello de que en verdad se compone el hombre. Primero, los dioses de poder y belleza sobrenaturales vivieron en las nevadas cumbres de las montañas o en lo hondo de los mares: más tarde, se fundieron en un solo Dios, que luego se hizo hombre. Pero en nuestra época parece que hasta el Dios hombre desciende de su trono para esfumarse en el hombre común. Por tal motivo, hallase vacía su sede. A causa de eso, el hombre moderno sufre una hybris (descontrol) de la conciencia que se está aproximando a lo patológico. A tal condición psíquica del individuo, corresponde, en gran escala, la hipertrofia y pretensión de totalidad de la idea de Estado. Así como el Estado trata de “captar” al individuo, también el individuo figurase haber “captado” su alma; e inclusive hace de ello una ciencia, sobre la base de la absurda suposición de que el intelecto -mera parte y simple función de la psique- basta para comprender el todo anímico, muchísimo más grande. En verdad, la psique es madre, sujeto y posibilidad de la conciencia misma. Trasciende ampliamente los límites de la conciencia, siendo así lícito comparar a ésta con una isla en el océano. Al paso que la isla es pequeña y estrecha, el océano es infinitamente ancho y profundo y encierra una vida que sobrepasa en todos los aspectos la vida isleña, tanto en su índole cuanto en su extensión. Cabría objetar a esta imagen el no haber aducido prueba alguna de que la conciencia no tenga más importancia que la asignada a una pequeña isla en medio del océano. Mas por cierto tal demostración es de por sí imposible, pues frente a la conocida extensión de la conciencia, se yergue la desconocida “extensión” de lo inconciente, a cuyo respecto en rigor sólo sabemos que existe y que, en virtud de su existencia, opera sobre la conciencia y su libertad en un sentido restrictivo. Dondequiera señoree lo inconsciente se da también falta de libertad e incluso obsesión. La amplitud oceánica no es al fin sino un símil de la capacidad de lo inconsciente de limitar y de amenazar a la conciencia. Es verdad que hasta hace poco el empirismo psicológico gustaba explicar lo “inconsciente” -según lo indica también el propio término- por una mera ausencia de la conciencia; más o menos como se explica la sombra por la ausencia de luz. No sólo en épocas anteriores, también en el presente, la observación rigurosa de los procesos inscientes ha reconocido que lo inconsciente posee cierta autonomía creadora que jamás podría atribuirse a algo cuya naturaleza consistiese en una mera sombra. Cuando C. G. Carus, De. von Hartmann y en cierto sentido, igualmente Arturo Schopenhauer, equipararon lo inconsciente con el principio creador del mundo, no hicieron sino extraer la síntesis de todas las doctrinas del pasado que, sobre la base de la constante experiencia íntima, percibían lo que obraba misteriosamente como personificado en forma de dioses. A la moderna hipertrofia de la conciencia débese, precisamente, su mencionada hybris, y el hecho de que los hombres no reparen en esa peligrosa autonomía de lo inconsciente." Psicología y Religión (1939), Paidós, Buenos Aires, 1994, página 138
JUNG
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