
“Cuando advino el auge de Roma, Tarquino el soberbio soborno, según parece, a una hierofantitas que custodiaban ese tesoro nacional y, por su mediación, a cambio de un puñado de monedas, obtuvo los preciosos documentos órficos que representaban el poder, no sólo espiritual, sino también material del país que los poseía. Al ser depositados en el templo romano de Apolo palatino, se inicio la decadencia de Grecia y el esplendor de Roma.
A pesar de que Augusto salvo de la hoguera a que había condenado a morir todos los libros oraculares estos libros sibilinos –que así denominaban los latinos a los primitivos cresmes o himnos órficos- para que fueran consultados como oráculos de los destinos nacionales, un día desaparecieron, perdida que coincidió con la decadencia de Roma y el creciente predominio de los pueblos bárbaros del norte.”

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